El objetivo de este post no es que te conviertas en un experto teórico del estrés o apabullarte con contenido técnico, sino que despierte tu curiosidad y te cuestiones sobre tu información y opinión al respecto y te pongas en marcha si sientes que podrías hacer algo más en relación a este tema.
Hace unos meses tuvimos el monográfico sobre EL ESTRÉS de forma online por zoom y teníamos pendiente hacer un resumen con este post sobre todo lo hablado y no podía faltar algún ejercicio práctico al final para poner en práctica en nuestro día a día.
“El 90% de todas las enfermedades y alteraciones está relacionado con el estrés”. Esta afirmación aparece en la web de los centros para el control de la salud del gobierno de los EE.UU. Impresionante, ¿cierto?
La Facultad de Medicina de Harvard comenta en un informe que la enfermedad es tan solo una de las manifestaciones del estrés. De la misma opinión son las universidades de Yale, Vanderbilt o la Clínica Mayo. El Dr. Lipton, tras sus investigaciones en la Facultad de Medicina de Stanford, asegura que el estrés es la causa de, al menos, el 95% de las enfermedades, y que el 5% restante se debe a temas genéticos causados por el estrés.
Por lo tanto, parece que sería bueno para todos dedicarle algo de atención a “esto del estrés”…
Como te comenté al principio, hay mucho escrito acerca de los efectos en el cuerpo del estrés. Eso nos muestra lo importante que es, lo que nos puede causar y nos puede ayudar a que le prestemos atención. Pero explicar el mecanismo de cómo nos afecta, aun siendo muy valioso, no parece que nos ayude a afrontar mejor esos momentos.
¿Qué es el estrés? ¡Menuda pregunta! Podemos creer tener claro a qué nos referimos cuando hablamos del estrés, pero si profundizamos un poco quizás nos demos cuenta de que es más complejo de lo que parece.
Se podría decir que el estrés es una reacción del cuerpo, de la persona ante algo, ante una tensión. Esta definición puede parecer muy general, ¿sí?
Podemos encontrar clasificaciones del estrés según su duración, que lo clasifican en un estrés agudo (poca duración) o crónico (sostenido en el tiempo). Pero esto nos habla de su duración, no de las causas que lo motivan, que quizá es una de las cuestiones que más nos interesan de cara a afrontar esas situaciones.
Hay diferentes circunstancias en las que podemos sentirnos estresados. Pero claro, cada uno de nosotros puede sentirse estresado por diferentes motivos. Por tanto, tampoco nos sirve del todo una clasificación inamovible de las causas del estrés.
En este aspecto, el estrés clasificado como físico es el más sencillo de clasificar. Serían aquellas situaciones que demandan un cambio al organismo para adaptarse a las circunstancias externas físicas. Un ejemplo es la climatología, que provoca que nuestro organismo esté sometido a un estímulo que le demanda que cambie su funcionamiento para mantenerse estable y seguir funcionando correctamente en esa situación sin que corra peligro. No es lo mismo, cómo el cuerpo mantiene su temperatura en un día frío que en uno caluroso. También el ejercicio físico, el deporte, es un estrés para el cuerpo.
¿Cómo? Pero si hacer deporte es bueno, ¿cierto? ¿Pero el estrés no es malo? ¿En qué quedamos? ¡Vaya lío!
Cuando hacemos deporte nuestro cuerpo “sufre” y se ve obligado a aumentar el latido del corazón para hacer circular la sangre más rápido, tiene que cambiar las hormonas para producir más energía, respirar más para conseguir más oxígeno, y muchas cosas más. Lo que sucede es que si de una manera regular hacemos ejercicio, nuestro cuerpo cambia para “sufrir” menos y hacer más llevadera esa actividad. Y sucede que esos cambios nos benefician. Curioso, ¿verdad?
Con lo que no todo el estrés es malo… Pues si que nos vamos aclarando…
Por otro lado, el estrés emocional/mental (sin entrar en detalle) es lo que normalmente entendemos por estrés, que es la vivencia que tenemos en determinadas circunstancias cada uno de nosotros. En esas circunstancias sentimos ciertas emociones, pensamientos y sentimientos que a veces no nos gusta sentir o que estén ahí.
En esos momentos podemos desear, en muchas ocasiones, que queremos que se acabe esa situación o que nunca vuelva a suceder eso porque nos supera, nos bloquea. ¿Nos hemos preguntado alguna vez el motivo de nuestro estrés? Puede que sea una buena pregunta…
¿Qué pasaría si tomáramos esas situaciones para mejorar nuestras capacidades y habilidades personales? ¿Qué pasaría si tomáramos el estrés como una señal de nuestro cuerpo para decirnos que algo está pasando y que necesitamos encontrarle un remedio a eso? Aquí estaríamos contemplando el estrés como una consecuencia de algo, en lugar de la causa a evitar.
Si cada uno de nosotros se estresa en situaciones o por motivos diferentes (como encontramos en la realidad), esto quiere decir que cada uno de nosotros está viviendo esa situación de una manera distinta. Puede sonar a perogrullada, pero esto nos conduce a la siguiente pregunta: ¿por qué?
¿Por qué? Porque esa situación en la que nos sentimos estresados está “tocando teclas” de nuestra vida. No sólo de ese momento, sino de nuestra vida. Y nuestra vida, al menos, es desde que hemos nacido hasta ese momento. ¡Otra perogrullada! Puede parecerlo, pero solemos pasar por alto que lo que hemos vivido tiene importancia para lo que estamos viviendo. Y da igual si creemos que eso es así o no, si creemos que el pasado se quedó en el pasado y no nos influye en el presente.
Esa situación en la que sentimos estrés tiene una importancia, una relevancia, un significado diferente para cada uno de nosotros; esa situación nos está recordando algo que no nos gustó de hace mucho tiempo, nos puede estar poniendo de nuevo ante algo que no supimos muy bien cómo hacer… Esa situación nos está alertando para que estemos atentos. Y tenemos la labor de descubrir qué necesitamos tener en cuenta.
Y todo esto puede suceder seamos conscientes de ello o no. ¿Cómo? ¿Entonces puedo estar estresándome por algo de lo que no me acuerdo? La experiencia nos demuestra que así es. Es más, hasta podemos creer que tenemos claro el motivo del estrés y resulta que, cuando hacemos un trabajo riguroso con nosotros mismos, nos encontramos con que había más aspectos debajo de todo aquello, aspectos más importantes que no nos parecía que estaban allí.
Tenemos una gran oportunidad con nosotros mismos si “hacemos caso” a lo que nos estresa en lugar de querer evitarlo. ¡Qué fácil parece, pero cuando estamos pasándolo mal, qué mal lo pasamos! Cierto. Pero si no nos dejamos llevar de esas ganas de escapar, descubriremos la oportunidad de mejorar en muchos aspectos de nosotros mismos y poner en marcha capacidades que tenemos y que nos parecían impensables hasta ese momento.
EN ESE CAMINO CON NOSOTROS MISMOS ES DONDE ENCONTRAREMOS LA SALUD.