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¿PARA QUÉ?

¿Cuántas veces nos preguntamos para qué hacemos las cosas? No me refiero a por qué las hacemos, que es algo más habitual, sino a para qué. Cuando nos preguntamos el objetivo de hacer algo y nos respondemos de una manera sincera, descubrimos mucho sobre nosotros mismos.

Pongamos un ejemplo: ¿para qué queremos estar sanos? Entiendo que la pregunta pueda resultar un poco absurda o chocante, pero no tiene nada de inocente. Contestar esta pregunta nos pone directamente ante nuestra forma de vivir y puede ayudarnos a enfocar muchas cuestiones.

“Queremos estar sanos para poder hacer cosas”. ¿Qué cosas? ¿Continuar estudiando o trabajando donde estamos a disgusto? ¿seguir manteniendo relaciones que nos hacen sentir mal? ¿quejarnos de lo mal que va el mundo? ¿Queremos estar sanos para continuar viviendo así? Cuando vivimos así estamos encaminándonos a enfermar. Es natural.

Cuando nos sentimos mal nos puede invadir la necesidad de quitarnos eso de encima. ¿Quién va a querer estar mal? Pero si no entendemos que estamos mal porque en algún momento cambiamos el rumbo de lo que nos hace bien, si no detectamos en qué punto nos desviamos, y si no descubrimos qué vamos a hacer con nuestra vida cuando recuperemos la salud, ¿para qué va a movilizar nuestro cuerpo la energía autocurativa que tiene? ¿para mantener las mismas condiciones que le han llevado a enfermar?

¡Estamos vivos! Es un motivo de alegría enorme si entendemos que eso nos permite vivir hoy, cambiar, adoptar un rumbo que nos haga felices sin sentirnos atados al pasado pensando que todo seguirá igual, o a un futuro que únicamente imaginamos con la mente. La vida está en este mismo instante, es lo único que existe. El pasado fue y el futuro será, luego realmente no existen, pero a menudo nos condicionan.

¡Vivamos aprendiendo de ello y podremos cambiar nuestras vidas!

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